Del primer capítol del Doktor Faustus , de Thomas Mann (Traducció E. Xammar):
"Jonathan trataba, y no en vano, de comunicarnos su emoción ante esos refinamientos imitativos."¿Cómo se las arregla el animal -solía preguntarnos-. ¿Y cómo se las arregla la naturaleza para servirse así del animal? No es por observación ni por cálculo que el insecto puede llegar a tales resultados. La naturaleza, sin duda, tiene un conocimiento perfecto de la hoja, conocimiento que alcanza hasta sus mismas imperfecciones y cotidianas desfiguraciones y, por caprichosa amabilidad, reproduce su aspecto externo en otro lugar, debajo de las alas de la mariposa y para confundir así a otras de sus criaturas. Y aun cuando puede convenir a la mariposa asemejarse totalmente a una hoja -¿dónde está la conveniencia, vistas las cosas por sus hambrientos perseguidores, réptil, pájaro o araña, a los cuales está destinada como presa, y que no pueden descubrirla por mucho que aguzen la mirada? Os lo pregunto a fin de que no me lo preguntéis."
(...)
No puedo pretender que todo ello me agradara con exceso, pero confieso que me impresionaba, y lo mismo le ocurría a Adrián, aun cuando fuera grande, como siempre en estos casos, su tentación a la risa, que refrenaba únicamente por respeto a la seriedad de su padre. (...) Nunca olvidaré aquel cuadro. El recipiente de cristalización que le servía de marco estaba lleno en sus tres cuartas partes de un líquido viscoso, obtenido con la disolución de salicilato de potasa, y de su fondo arenoso surgía un grotesco paisaje de excrecencias de diverso color, una confusa vegetación, azul, verde y parda, de brotaciones que hacían pensar en algas, hongos, pólipos inmóviles, y también en musgos, en moluscos, en mazorcas, en arbolillos y ramas de arbolillos, a veces en masas de miembros humanos. La cosa más curiosa que me hubiese sido dado hasta entonces contemplar. Curiosa no sólo por su extraño y desconcertante aspecto sino por su naturaleza profundamente melancólica. Y cuando papá Leverkühn nos preguntaba qué nos parecía que podía ser aquello y nosotros le contestábamos, tímidamente, que bien pudieran ser plantas, él replicaba: "No, no son. Hacen tan sólo como si lo fueran. Pero no por ello merecen menos consideración. Su esfuerzo de imitación es digno de ser admirado por todos conceptos."
En verdad, esas excrecencias eran de origen absolutamente inorgánico. Con la arena colocada en el fondo del recipiente Jonathan, antes de echar en él la solución de salicilato de potasa, había mezclado diversos cristales, y de esa semilla, en virtud de un proceso físico al que se le daba el nombre de "presión osmótica", había surgido la lamentable creación hacia la cual su celoso guardián quería atraer nuestra simpatía. A este fin Jonathan nos mostraba cómo esos tristes imitadores de la vida estaban sedientos de luz. Eran, dicho en lenguaje científico "heliotrópicos". Jonathan exponía el acuario a la luz del sol, por una sola de sus cuatro caras, dejando las otras tres en la sombra, y al poco tiempo todo aquel mundo inquietante de hongos, pólipos, algas, arbolillos y masas de miembros mal formados se inclinaba hacia la pared por donde entraba la luz, y ello con tal deseo de calor y de goce que acababan por quedar pegados al cristal.
- Y sin embargo carecen de vida -decía Jonathan con los ojos húmedos de emoción, mientras Adrián, sin podérmelo ocultar se convulsionaba tratando de reprimir la risa.
Por mi parte dejo que cada cual decida si tales cosas son motivo de risa o de lágrimas. Una sola cosa digo: esas alucinaciones son cosa exclusiva de la naturaleza, y más especialmente de la naturaleza cuando el hombre trata de tentarla. En el sereno reino de las Humanidades no hay lugar para tales fantasmagorías."
Per la meva banda, subscric les paraules finals del narrador humanista d'aquesta novel.la magnifíca, magníficament pensada i escrita (recordo el personatge esplèndit del narrador, tan frapat sentimentalment i intel.lectualment per les al.lucinacions i fantasmagories vitals del seu amic Adrián Leverkühn, tan impotent i alhora tan lúcid davant d'una genialitat aclaparadorament destructiva), una novel.la filosòfica, que és novel.la i que no se n'està, de fer filosofia. Poquíssims escriptors ho han lograt; Mann és un dels més reexits. L'Adrián és una aproximació a Nietzsche, i el seu pare, Jonathan, podria ser Spinoza.
Fa uns anys, al Museu de la Ciència de Barcelona, van fer una exposició interesantíssima sobre la selva amazònica que se centrava en el concepte de "diversitat", de "biodiversitat". Recordo la impressió que em va produir, molt semblant a la produïda per la lectura d'aquest primer capítol que he citat. Una dada, no gaire exacta, com ja em sol passar: El baixíssim (menys del 10%, em sembla) percentatge d'espècies que es calcula que els experts coneixen. Provoca vertígen: quin bigarrament, quina sobreabundància, quina fantasia desbordant, quin tros d'artista boig...Pobre Aristòtil, si aixequés el cap, un cap tan ben moblat amb espècies eternes, perfiladíssimes i limitadíssimes. Una naturalesa assenyada i justa, una naturalesa a la mida humana que no cal divinitzar. Si aixequés el cap, m'enduria Aristòtil a peripatejar l'Empordà..., no, millor la Toscana, on diuen que la diversitat turística està més controlada. Si us el trobeu, no el portéssiu pas a l'Amazònia, ni a cap laboratori de manipulació genètica. A mi, tampoc.
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