diumenge, de juliol 25, 2004

Intertextualitat

 
1941. Fue por aquellas fechas cuando se afilió al Partido, en el que creyó durante quinze años.
¿Cuánto sabían los camaradas de Oxford en 1941? Ya en 1931 había protestas públicas en Occidente contra los campos de trabajo soviéticos. También había informes convincentes sobre el violento caos de la Colectivización (1929-1934) y sobre el hambre de 1933 (aunque ninguna insinuación todavía de que el hambre fuera un acto terrorista). Y estaban los procesos de Moscú de 1936-1938, que se celebraron delante de periodistas e informadores extranjeros y que pudo seguir todo el mundo... "No había ninguna excusa razonable para creer en la versión stalinista.  Las excusas que podrían proponerse son irracionales",  dice Conquest en el "El gran terror". Al mundo se le dio a elegir entre dos realidades y el joven Kingsley, al igual que la abrumadora mayoría de intelectuales de todas partes, optó por la realidad que no debía.
 
(Martin Amis parla del seu pare, l' escriptor Kingsley Amis.  Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones)

 

 
Llegué a las ciudades en épocas de desorden, cuando reinaba el
hambre.  Entre los hombres, llegué en el momento del cataclismo y
me rebelé con ellos. Así era la época que me tocó vivir.
 
Comía entre batallas, dormía entre asesinos, era indiferente en el
amor y miraba la naturaleza sin paciencia. Así era la época que me
tocó vivir.
 
Cuando vivía, la calle llevaba a la confusión. El discurso me traicionó
ante el asesino. Poco podía hacer. Los gobernantes estaban más
seguros sin mí, eso creia. Así era la época que me tocó vivir.
 
Tú que emergerás del diluvio donde nos ahogamos recuerda al
hablar de nuestras debilidades la época oscura a la cual escapaste.
 
Lamentablemente, nosotros que queríamos preparar el campo
para la amabilidad, no podíamos ser amables.
 
Recuérdanos con clemencia.
 
(Bertolt Brecht. Paraules bellíssimes i lúcides. I inútils, ningú no els recorda amb clemència perquè ningú (o quasi) no els recorda amb l' horror amb què es coneixen a si mateixos; altrament, ningú no podria tampoc recordar-los amb clemència)
 
 
 
Por otra parte, para ser completamente justos con aquellos miembros de la élite que se han dejado seducir por los movimientos totalitarios y que a veces, en razón de su capacidad intelectual, han llegado incluso a ser acusados de haber inspirado el totalitarismo, es preciso declarar que lo que estos hombres desesperados del siglo XX hicieron o no hicieron no tuvo influencia alguna en ningún totalitarismo... Allí donde los movimientos totalitarios conquistaron el poder, todo este grupo de simpatizantes se deshizo incluso mucho antes de que los regímenes procedieran a cometer sus mayores crímenes...  El totalitarismo en el poder sustituye invariablemente a todos los talentos de primera fila, sean cuales fueren sus simpatías, por aquellos fanáticos y chiflados cuya falta de inteligencia  y de creatividad sigue siendo la mejor garantía de su lealtad.
 
(Hannah Arendt,  des d'una  condescendència aparent -no pas clemència-,  els acaba de rematar fatalment en aquestes paraules finals de l' apartat, La alianza del populacho y la élite a Los orígenes del totalitarismo)